sábado, 17 de agosto de 2013


Hay que contrarrestar la violencia con educación y valores en sociedad

¿La gente se está acostumbrando a ver situaciones violentas como si fuesen “normales”? ¿Es que acaso la vida no vale nada? Para la arquitecta y catequista Adela Romero todos los venezolanos deben reflexionar al respecto.
Yanet Escalona

Hay que apoyar a las nuevas generaciones.
Foto: JOSUÉ STEIN
Un niño entra a un “cyber” y empieza a narrar el episodio de alguien que mata a otro con un arma de fuego y luego intenta huir. Casi en actitud febril el pequeño gesticula y relata lo ocurrido como si fuese una película de acción o detectivesca. En realidad no es así, la tarde del jueves el asesinato en el interior de un establecimiento comercial de la avenida 4 de Mayo sacó de su rutina comercial la transitada vía, más concurrida por la temporada vacacional. Una empleada del local continuó su trabajo, inmutable ante el cuerpo sin vida de ese hombre tendido en el piso.
Otra escena: en la urbanización Pedro Luis Briceño, municipio García, un angustiado hombre decide quitarse la vida. Luego de que su hija lo encuentra muerto y llama a la policía, el rebulicio en el barrio es total. Las calles se llenan de vecinos, niños y adultos, quienes masivamente agarran camino hasta la casa del infortunado. Corren, otros van en moto, a pie o en bicicleta. Nadie se pierde el “capítulo”. Mujeres cargando con los niños en brazos también se desplazan hasta la casa del suicida.
Igual ocurrió en la calle San Rafael de Porlamar, cuando un hombre cae abatido presuntamente por “ajuste de cuentas”. Las personas se aglomeraron y sin casi inmutarse no perdían detalle. En un lugar u otro, son situaciones que se han dado en la isla de Margarita. Ante los hechos, llama la atención la reacción de muchos, porque parecieran “acostumbrarse” a ver situaciones violentas como si fueran “normales”. Algo preocupante está pasando, reflexiona la arquitecta y catequista Adela Romero. Al ser consultada al respecto considera que aunque resulte trillado decirlo, de algún modo, todo eso obedece a la descomposición social y a la falta de valores. En efecto, ya hasta la vida vale poco.
-Lo puedo resumir en una frase: la falta de Dios. También la desintegración familiar. Es importante oír la Palabra, educar bien a los hijos y reforzar en ellos los valores.
Como catequista ha observado, por ejemplo, cómo algunos padres mandan a sus hijos a los cursos solo para que “hagan la Primera Comunión”, pero a la hora de ir a la misa con ellos los domingos, siempre hay una excusa. Prefieren incluso ir para la playa o cumplir con otras actividades.
Por eso considera que la problemática de la falta de valores agobia a la sociedad. Coloca otro ejemplo. Cuando ocurre un accidente de tránsito, muchos en vez de auxiliar al herido, solamente sacan sus celulares para tomar fotos. “Me pregunto entonces si acaso no les importa el dolor ajeno, ni que el otro sufra. Parecemos robots con las tecnologías. Insensibles ante todo lo que nos rodea”.
Señala que es como si cada quien viviera en su mundo aparte. No les importa el prójimo y tampoco cuando ocurren hechos de impacto reaccionan. Más bien parecen hasta insensibles.
-Eso, repito, es la falta de Dios.
Poder con armas
Adela Romero se remonta a una situación que vivió cuando, al visitar a unos amigos, en la vivienda irrumpieron seis hombres bien armados, los amarraron y despojaron de sus pertenencias. Episodios que marcan la vida de las personas e inspiran miedo. “Ellos (los delincuentes) se valen de que tienen un arma. Ese es su poder y la forma de dominar a todos”.
-Se fortalecen de esa manera y así van tras las próximas víctimas.
Tomado de El Sol de Margarita

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