Lenguaje popular margariteño atrae por el juego de palabras
Eduardo Gasca, licenciado en Letras y traductor, se radicó en la Isla en 1998. Luego de salir jubilado de la docencia universitaria, dio el viraje a su vida. Años después piensa que valió la pena la decisión de vivir en Nueva Esparta.
Yanet Escalona
Eduardo Gasca confiesa ser amante de las carreras de caballo, no de ahora sino desde la década de los 40.
Foto: Jorge Brito
“Las entrevistas me ponen nervoso”, dice de entrada. Eduardo Gasca es un licenciado en Letras para quien la palabra es un verdadero instrumento, pero que también hay que tener cuidado con ella para no convertirla en un arma.
Pasado el manifiesto nerviosismo inicial, luego se deja llevar y habla con fluidez sobre por qué se vino a Margarita y aquí se quedó. Una Isla a la cual no piensa abandonar jamás.
Admira la jovialidad del nativo, el calor humano y el humor que lo identifica en su rutina. En la región se ha dedicado a escribir, comenzando por una novela a la cual parece no querer dar un final. Ha escrito ensayos y poesías.
Mantiene vínculo con la Asociación de Escritores del estado Nueva Esparta, editora de la revista Tropel de Luces.
Disfrutó la docencia
Jubilado de la docencia universitaria, para Eduardo Gasca esa actividad no era un trabajo.
“Me pagaban por algo que realmente disfrutaba. Todavía conservo la amistad con muchos de mis alumnos, quienes tienen el mismo cariño que cuando les daba clases. Uno también ha aprendido con ellos.
-¿Cómo llega usted a Margarita?
-Con deseos de cambio. Veníamos de Cumaná, donde vivimos desde 1971, y así lo decidimos en 1998, dar un rumbo hacia Margarita.
-¿Les ha ido bien?
-Claro, esta es una Isla muy hermosa, con gente demasiado espléndida. Como salí de Caracas hace tanto tiempo, para trabajar en la UDO, nos sentimos orientales.
Considera que Caracas, lamentablemente, se ha convertido en una ciudad hostil e insegura. “No es la Caracas de mi infancia. Esta ya no existe…”.
-¿Qué recuerdos bonitos mantiene de ella?
-Bueno, el tiempo de mi infancia y adolescencia fue muy agradable. Mi familia vivía en San Agustín del Norte. Disfrutaba de una ciudad mucho más tranquila, con vecinos que se conocían.
Afirma que no es ni la sombra de la actual, por lo cual separa aquella Caracas de la de hoy.
Lenguaje popular
Como estudioso de las letras y de las formas de expresión, Gasca destaca el lenguaje popular que a su modo de ver aporta tanto a la creación.
“El lenguaje vive gracias al pueblo que lo nutre cada día. No creo que haya un país de habla castellana donde se invente tanto con el lenguaje como en Venezuela”.
De la isla de Margarita, particularmente, resalta los juegos de palabra, similar a lo que ocurre en el resto del oriente del país. Eso lo pudo constatar durante los años en que vivió en Cumaná.
“Más que analizar el habla local, estoy tratando de asimilar ese lenguaje popular margariteño, con juegos de palabra que tanto atraen.”
“En general, la palabra es un instrumento; un arma…
Es como lo escribe José Marcano Rosa en “Testimonios margariteños”: “Una de las tendencias expresivas del habla margariteña está representada por una riqueza hipocorística extraordinaria.
Los nombres propios, en la lengua familiar, son objeto de las más variadas modificaciones y abreviaciones. Por otra parte, abundan los diminutivos y los modos de preceder los nombres con formas afectivas. A todo esto hay que agregar la tendencia tradicional al uso de los apodos, referidos generalmente a defecto físico, color de la piel, oficio, habilidad, costumbre, procedencia, incidentes”.
Formas de expresión que motivan a Eduardo Gasca a mirar esta Isla desde ese otro cristal, con la palabra imprescindible que conserva mucha identidad. Una forma de interrelacionarse interesante y coloquial.
Tomado de El Sol de Margarita
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