domingo, 23 de septiembre de 2012


Poesía: Oficio para valientes



Inma Diez reflexionó sobre el papel de la lírica durante el Primer Encuentro Intercontinental del Club de las Poetisas. La española presentó allí su nuevo poemario.
Indiana Galindo Alonso
 Tres años tenía Inmaculada Diez cuando recitó por primera vez un texto de la autoría de su abuela Rogelia, una enamorada de la lírica que lo mismo ponía voz que letra a este género literario. Fue ella quien le despertó el interés por poner sobre el papel -y en versos- emociones, pensamientos, esperanzas y preocupaciones.
Lo que comenzó como una afición de la niñez que se vio interrumpida por la llegada de las responsabilidades adultas (el trabajo, la familia, los compromisos…), nunca pudo desaparecer del todo y un día volvió a brotar de las entrañas de esta alavesa nacida en Amurrio, a poco más de 30 kilómetros de Bilbao y que además es auxiliar de enfermería.
Ella es una de las invitadas internacionales del Primer Encuentro Intercontinental del Club de las Poetisas, una comunidad virtual que Emilia Marcano Quijada fundó un día en Facebook y que reúne en su muro los versos y las inquietudes de mujeres de distantes lugares del mundo.
En el encuentro presentó su nuevo poemario “Rumor de nieve” y habló sobre la mujer y la poesía, con prólogo de su amiga internauta y también poetisa, Emilia Marcano Quijada.
A este grupo, Inma Diez -como firma sus obras y la llaman sus seres queridos- llegó vagando por el gran entramado de Internet. Entonces poco a poco comenzó a escribir una que otra línea, llamando la atención de Quijada por su dominio de la técnica y la expresividad de unos versos que exponían el alma al lector sin tapujos ni consideración.
“La poesía es un oficio de valientes”, dice la poetisa española que reniega del miedo y la cobardía.
Buscar la emoción en cada rincón y volcarla en cada verso
Diez describe su trabajo como  “intimista”. Desde su pluma –o su teclado- intenta explorar los laberintos de su propio espíritu y  vaciar su contenido sobre el papel, como quien voltea un bolso sobre una mesa y deja al descubierto su contenido.
Al arte que la apasiona, la alavesa no le exige milagros. “La poesía no va a mejorar el mundo, pero creo que el mundo es un poco mejor  con ella”, dice a la vez que confiesa que escribe para mover el interior de aquel que la lee.
Poner en verso lo que se siente y  se piensa no es tarea fácil, pero sí muy gratificante. El primer atributo de un poeta honesto es buscar sin remilgos la emoción, sea cual sea, para luego ponerla en palabras, dice Diez.
Así, escribir poesía y mostrarla a otros es un acto de desnudez del alma que requiere de valentía, mucho más intenso y atemorizante que desvestirse ante la presencia de otros.
Pero la poetisa también está convencida de que sus versos también deben anclarse un poco en  el mundo material. Por eso ha empezado a escribir sobre lo que está pasando en el mundo de hoy en su país, desde el cristal de su sensibilidad. Ya lo hizo alguna vez y quiere retomarlo porque piensa que las circunstancias lo exigen y los poetas no pueden  dar la espalda a la realidad.

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