En San Antonio recogían leña y “echaban hornos” para hacer el carbón
Ismenia Vásquez, educadora jubilada e hija del músico y compositor José Isidoro “choro” Vásquez, se ve a sí misma de niña con una cestica, acompañando a la abuela en la venta del carbón. Otros cultivaban en los conucos.
Yanet Escalona
Ismenia Vásquez recuerda los tiempos de su infancia y juventud en un San Antonio menos poblado. “El crecimiento de esta comunidad se originó sobre todo después de la fundación de Villa Rosa, llamada entonces ciudad satélite”.
Foto: ARCHIVO
llamada la “ciudad satélite”. Después vinieron otras urbanizaciones, de allí que la zona se fue rodeando de urbanismos. La mayor parte de sus habitantes actualmente no son nativos allí. A pesar de eso, quienes sí vienen de esa época, tratan de preservar las tradiciones… y los recuerdos, la iglesia del pueblo, el buen humor y la solidaridad.
-De verdad que el pueblo era apacible y acogedor. Jugábamos en la calle porque no había tráfico.
Entre sus reminiscencias se remonta a su época de niña cuando acompañaba a su abuela Manuela Vásquez a buscar leña y a “echar carbón”. En el pueblo, muchos se dedicaron a lo mismo para vender el carbón vegetal luego en Porlamar, como forma de subsistencia.
“Echar hornos” consistía en abrir un hueco en la tierra, meter la leña, encender el fuego y luego cubrir con tierra hasta el punto de llegar el horno, justo cuando ya la leña se había hecho carbón.
Entre sus reminiscencias se remonta a su época de niña cuando acompañaba a su abuela Manuela Vásquez a buscar leña y a “echar carbón”. En el pueblo, muchos se dedicaron a lo mismo para vender el carbón vegetal luego en Porlamar, como forma de subsistencia.
“Echar hornos” consistía en abrir un hueco en la tierra, meter la leña, encender el fuego y luego cubrir con tierra hasta el punto de llegar el horno, justo cuando ya la leña se había hecho carbón.
Los cultivos en los conucos eran muy tradicionales. También había siembra de dátiles, mangos, chaco y yuca.
Entre la diversión de los jóvenes y niños de la época estaba el subir hasta el sector 80, con zona fresca de montaña y el río. Otros sectores como Guaripete y Choeima eran frondosos. Lamentablemente hoy en el sector 80, hasta la represa y el río son sitios donde se acumula la basura. Nada que ver con los manantiales de los cuales disfrutaron muchos nativos y margariteños en general, quienes se desplazaban hasta San Antonio a disfrutar de ese río de aguas claras. “Es el mismo que viene y atraviesa la carretera vieja de San Antonio”, agrega.
Entre la diversión de los jóvenes y niños de la época estaba el subir hasta el sector 80, con zona fresca de montaña y el río. Otros sectores como Guaripete y Choeima eran frondosos. Lamentablemente hoy en el sector 80, hasta la represa y el río son sitios donde se acumula la basura. Nada que ver con los manantiales de los cuales disfrutaron muchos nativos y margariteños en general, quienes se desplazaban hasta San Antonio a disfrutar de ese río de aguas claras. “Es el mismo que viene y atraviesa la carretera vieja de San Antonio”, agrega.
Apoyo de su padre
Una vez jubilada como docente, Ismenia Vásquez ha dedicado más tiempo en organizar todas las distinciones y composiciones de su padre, quien aún canta y tiene inspiración activa para que nazca cada verso.
“Continuamos participando en las fiestas patronales y en los Velorios de Cruz. Justamente el pasado 11 de mayo, mi papá me agradeció porque gracias a que continuamos con esta organización de actividades tradicionales, eso le permite desarrollar su musa poética”.
Ismenia Vásquez comentó que esas palabras le emocionaron. A su vez la estimulan a continuar apoyando a su padre. “Ese día cantó y hasta improvisó de lo alegre que estaba”.
Da gracias a Dios, a la Virgen del Valle y a San Antonio, su santo patrono, por mantenerlo a su edad tan sano, cordial y alegre como siempre. Él siempre bromea de que es el único “Choro” legal de Nueva Esparta.
-Como mi papá en esa época de niño y adolescente, en medio de la dura vida de entonces no pudo estudiar como hubiera querido, apenas aprendió a leer y a escribir. Soy yo la que le entiende lo que escribe. Por eso me dedico a pasarle en limpio todo lo que escribe y así voy conservando sus composiciones.
Como hija de un creador popular, también tiene en su memoria los recuerdos de las diversiones que él preparó. “La Recluta” y “La Culebra” fueron famosas.
Una vez jubilada como docente, Ismenia Vásquez ha dedicado más tiempo en organizar todas las distinciones y composiciones de su padre, quien aún canta y tiene inspiración activa para que nazca cada verso.
“Continuamos participando en las fiestas patronales y en los Velorios de Cruz. Justamente el pasado 11 de mayo, mi papá me agradeció porque gracias a que continuamos con esta organización de actividades tradicionales, eso le permite desarrollar su musa poética”.
Ismenia Vásquez comentó que esas palabras le emocionaron. A su vez la estimulan a continuar apoyando a su padre. “Ese día cantó y hasta improvisó de lo alegre que estaba”.
Da gracias a Dios, a la Virgen del Valle y a San Antonio, su santo patrono, por mantenerlo a su edad tan sano, cordial y alegre como siempre. Él siempre bromea de que es el único “Choro” legal de Nueva Esparta.
-Como mi papá en esa época de niño y adolescente, en medio de la dura vida de entonces no pudo estudiar como hubiera querido, apenas aprendió a leer y a escribir. Soy yo la que le entiende lo que escribe. Por eso me dedico a pasarle en limpio todo lo que escribe y así voy conservando sus composiciones.
Como hija de un creador popular, también tiene en su memoria los recuerdos de las diversiones que él preparó. “La Recluta” y “La Culebra” fueron famosas.
Buen recuerdo
Al escudriñar en ese pasado de interés colectivo y familiar, Ismenia Vásquez leyó una biografía que le hizo a su papá un amigo de él, Asdrúbal Rodríguez, quien al remontarse con base en testimonios a esas épocas pasadas, recuerda a los habitantes de San Antonio desplazándose a Porlamar para vender productos agrícolas y carbón.
“Con bolsas en las manos y maras en la cabeza. Vendían… y en la travesía de esos caminos recogían yaguarey, pitahayas, curichaguas, entre otras. Seleccionaban por haz la leña. Las derechas o rectas las juntaban para venderlas y las encorvadas las separaban para el uso doméstico y hacer carbón”.
Así era la vida cotidiana de un San Antonio tranquilo, donde siempre los Vásquez enaltecen una comunidad tradicional.
Al escudriñar en ese pasado de interés colectivo y familiar, Ismenia Vásquez leyó una biografía que le hizo a su papá un amigo de él, Asdrúbal Rodríguez, quien al remontarse con base en testimonios a esas épocas pasadas, recuerda a los habitantes de San Antonio desplazándose a Porlamar para vender productos agrícolas y carbón.
“Con bolsas en las manos y maras en la cabeza. Vendían… y en la travesía de esos caminos recogían yaguarey, pitahayas, curichaguas, entre otras. Seleccionaban por haz la leña. Las derechas o rectas las juntaban para venderlas y las encorvadas las separaban para el uso doméstico y hacer carbón”.
Así era la vida cotidiana de un San Antonio tranquilo, donde siempre los Vásquez enaltecen una comunidad tradicional.
Tomado de El Sol de Margarita
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