miércoles, 22 de mayo de 2013


Miradas forasteras para conocer al venezolano del siglo XIX

Elías Pino Iturrieta visitó la isla de Margarita para presentar una nueva edición de “La mirada del otro”, obra que intenta retratar el país que quedó después de la guerra de independencia a través de ojos de los viajeros.
Indiana Galindo Alonso
 
De la Venezuela que retrata su libro Elías Pino Iturrieta destaca la idea del trabajo.
Foto: TANYA MILLAN


  En la Venezuela que Pal Rosi visitó entre marzo y agosto de 1857, la medida del tiempo estaba sujeta al azar: las cocineras servían la comida cuando se acordaban, los arrieros aparecían cuando les provocaba y lo mismo daba una hora que media. La inexistencia de relojes en las calles de Caracas y en los bolsillos de sus habitantes lo horrorizó hasta el punto de dedicarle al asunto algunas líneas de un relato que ahora, 156 años después, recoge una publicación de la Fundación Bigott, reeditada por Artesano Editores en su colección “Destierros”.
“La mirada del otro: viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX” es el título del volumen en el que Elías Pino Iturrieta y Pedro Calzadilla comparten créditos y que salió a la luz por primera vez en 1992. Allí los investigadores reúnen una serie de textos y crónicas de personajes que visitaron el país durante el periodo del estado nacional (de 1830 a 1899).
Rosi –húngaro, fotógrafo y nacido en la nobleza de su país- es uno de ellos. Vino a parar a Caracas en una época en la que el Guaire aún era bordeado por sauces y no por asfalto y “un plátano valía dos huevos”. José Tadeo Monagas era presidente en ese entonces y Caracas, a los ojos de este visitante, era una ciudad de “ruinas terribles y paisaje majestuoso”. Suyas son, precisamente, las primeras fotografías paisajísticas de la época.
Buscando el palo de la astilla
Es a través de las palabras de Rosi y otros nueve viajeros, que los investigadores intentan saber cómo era nuestro país después de la independencia. “Allí se descubre un país echándoles bolas, sobreviviendo. Se descubre el horror que dejó la guerra de independenciaLa herencia de la emancipación fueron la ruina y el desastre total”, dijo Elías Pino Iturrieta a pocas horas de presentar la reedición de la publicación en la Librería Tecni Books.
Para el catedrático, se trata de un rincón de la memoria histórica nacional que ha permanecido en la oscuridad: “aquella sociedad que luchaba por levantarse de sus cenizas, no la conocemos hoy, hacemos un salto olímpico de la independencia al descubrimiento del petróleo”.
Cabe preguntarse, entonces, el porqué de este desconocimiento. Para el historiador, la respuesta está en el culto a Bolívar y la Independencia como época dorada que sentenció a la Guerra Federal y a los acontecimientos posteriores al cajón de la barbarie, negación y el olvido.
Es en medio de estas circunstancias que comienza a construirse la república y de allí el valor de rescatarlas para el historiador. Los viajeros le sirvieron para ayudar a dibujar la panorámica de un país que sus propios habitantes no querían ver.
Mirar con atención
Pino Iturrieta es claro en una advertencia: son miradas cargadas de prejuicios, ignorancia y comparaciones desde un sentimiento de superioridad. Los lectores deben aproximarse a ellas con cautela y apartar juicios de valor e interpretaciones que nada aportan a la hora de saber cómo éramos los venezolanos hace un siglo y medio, cómo vivíamos, qué comíamos, cómo nos comportábamos, cómo trabajábamos.
“Es necesario revisar las fuentes con cuidado y hacer una lectura madura, identificando las mentiras y prejuicios de los extranjeros”, sugiere el catedrático de la Academia Nacional de la Historia.
Con esta ventana al pasado, Pino Iturrieta no quiere ofrecer respuestas para el presente. Sabe que toda historia es inédita y que se engañan aquellos que piensan que tiende a repetirse. Pero sí destaca valores de aquellos antepasados que podrían rescatar sus herederos, como la idea del trabajo y el esfuerzo, “sobre todo en tiempos en los que la sensación de riqueza ha sembrado en los ciudadanos la idea de que no hay que hacer nada”.
Tomado de El Sol de Margarita

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