jueves, 31 de enero de 2013


Alberto Rangel rueda con su moto para ofrecer la dulce tradición margariteña

A bordo de una Yamaha se encarga de recorrer pueblos para ofrecer desde el sabroso piñonate que endulza paladares, hasta el pan aliñado, polvorosas y coscorrones. Se siente feliz de haberse establecido en la región.
Yanet Escalona
Durante 30 años ha trabajado con su tarantín ambulante.
Foto: ARCHIVO
 Una moto Yamaha con la cual ha recorrido la Isla en muchas ocasiones, conforma el medio de transporte y de trabajo para Alberto Rangel, nativo de Clarines , ya lanzó sus anclas en Margarita.
Nació en esa población del estado Anzoátegui el 25 de septiembre de 1961, allí se formó y hace 30 años decidió cambiar su rumbo.
-¿Cómo se vino para la Isla?
-Vine como se dice buscando el modo de trabajar y de poder brindarle a mis hijos la posibilidad de estudios con base a mi esfuerzo. Gracias a Dios eso lo he logrado porque todos ellos son profesionales.
Con su esposa Zoraida Madrid de Rangel y el resto de su familia, vive en Pozo Blanco, Pedregales, muy cerca de Juan Griego, capital del municipio Marcano, al norte de la isla de Margarita.
-¿Qué vende?
-De todo un poco. Lo más tradicional de la Isla como lo es el piñonate. También pan de leche o de guayaba, pan aliñado, la tostada que algunos llaman “lengua de suegra”, coscorrones, catalinas, entre otros.
Consideró que en la Isla se mueven bien los negocios. Por eso cada día protagoniza esta peculiar venta no solo en Juan Griego sino en varios pueblos de la península de Macanao, al extremo oriental.
El Maguey, Robledal, Boca de Pozo, Boca del Río, entre otros, forman parte de una ruta demarcada durante años.
Su mayor orgullo es la moto roja que se convierte en su medio de trabajo desde hace 30 años. Casi una reliquia que llama la atención no solamente de sus clientes locales, sino de turistas que lo fotografían y además le comentan que hasta en Hollywood han visto una similar.
Para colocar sus productos tiene una estructura de hierro, especie de caja donde amarra los panes y demás artículos. Todo un tarantín móvil que se convierte en su vidriera al aire libre. “Lo quito y lo pongo”, explicó con buen humor.
Piñonate es el “gancho”
El “gancho” para la venta siempre es el piñonate, afirmó.
-Cuando no cargo el piñonate, la gente me pregunta por este dulce típico margariteño. Es la propaganda que tengo para vender.
A renglón seguido comienza a cantar el tema de “El Piñonate”, Pa’ San Juan me voy… a buscar el piñonate”. Mientras la canta en su totalidad, en concierto espontáneo en plena calle La Marina de Juan Griego, transeúntes y conductores pasan y saludan a este personaje popular, que es exitoso en su forma de vida.
Sobre el piñonate es bueno saber lo que ha escrito al respecto el cronista oficial del municipio Díaz, Verni Salazar, quien habla de este dulce típico que solo se elabora en la población de Fuentidueño.
“En su preparación se usan lechosas verdes, las cuales se rallan (dejándole las semillas), en un recipiente llamado ‘canoa’, con ralladuras de hojalata. La porción de lechosa rallada recibe el nombre de ‘corcha’ que se deposita en la ‘fondada’, una paila semejante al caldero, a la cual previamente se le ha agregado el azúcar o papelón y colocado en la candela para hacer el ‘melao’ con trozos de igual tamaño que luego son envueltos en ‘cachipos’ (hojas de plátano secas) y así queda listo para su consumo. La mezcla de lechosa rallada y el ‘melao’, ya al fuego, se va batiendo con grandes paletas por espacio de tres o cuatro horas, sin dejar de revolver porque se corre el riesgo de que el ‘melao’ se queme y se ponga amargo.
“Al estar ‘a punto’ se saca del fuego sin dejar de batir, por lo menos dos horas más. Cuando lo consideran prudente, vacían la mezcla sobre una mesa y la esparcen, de manera tal que se mantenga el mismo espesor. Cuando se endurece el dulce de piñonate es cortado en trozos iguales y los envuelven en ‘cachipos’”.

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