miércoles, 27 de marzo de 2013


Bodas de Oro para brillar con luz propia y de entrega a la Iglesia

Al cumplir 50 años de vida religiosa, Sor Esther se proyecta Humilde. “Hoy con corazón agradecido puedo decir que celebrar Bodas de Oro, lejos de sentir que la vida se escapa, es continuar caminando con paz y comprensión, sin prisas, pero sin pausas”.
Yanet Escalona


Sor Esther en la entrevista...desde el jardín.
Foto: NAUMBERG VELÁSQUEZ
Caraqueña de nacimiento y margariteña de corazón, Sor Esther León luce pequeña de tamaño y gigante en los afectos. Es de esas personas que ilumina su rostro con una sonrisa y permanece atenta a los detalles. La celebración de sus Bodas de Oro con vida consagrada a la religión católica la llena de orgullo. El día de San José recibió un Botón de reconocimiento por parte del Obispo de la Diócesis de Margarita, monseñor Jorge Aníbal Quintero, el cual luce junto a su medalla que la identifica como Sierva del Santísimo Sacramento.
Desde hace 32 años está vinculada al Colegio Madre Guadalupe de la urbanización Jorge Coll, en rol de fundadora, lugar donde se desarrolla la entrevistas, mientras en auditorio cercano ensayan los estudiantes que integran la banda show y que llevan la batuta. Detrás de ella el jardín por donde se dejan colar los rayos de sol.  Sor Esther proyecta paz. Con 50 años de votos perpetuos (1963-2013), ahora más que nunca está casada con ese apostolado. Aparte de la docencia, es de las religiosas que va a la calle, ayuda a quien puede, visita regularmente desde hace 15 años el Retén de Menores de Los Cocos, donde no solamente lleva ayuda espiritual y orientadora a quien lo necesita, sino que además colabora con donaciones gracias al apoyo de particulares e instituciones. “Estoy muy satisfecha con ese apostolado. Muchos de los jóvenes que hemos orientado, luego han formado familia y son gente de trabajo”.
-¿Cómo llega usted a la vida religiosa?
-En mi casa contrataron a una nana que compartía conmigo todas sus devociones y tradiciones religiosas; la querida Juanita. Así llegué a mi conversión. Lo paradójico es que provengo de un hogar hebrero, nada vinculado a lo católico. Sin embargo, me convertí y decidí asumir esta vida de entrega a la Iglesia y a mis semejantes. Por encima de mis flaquezas y debilidades, trato de ser la Sierva de Dios.
A la isla de Margarita llegó hace 32 años, recomendada por el profesor margariteño Manuel Millán, a quien conoció cuando vivía en Mérida. Durante años estuvo en rol directivo del colegio Madre Guadalupe y en la actualidad con el aval de su superiora y directora del plantel la hermana Sara Villasmil, vive en un área anexa y desde allí a diario sale a su trabajo social.
-¿Qué le ha parecido la designación del Papa Francisco?
-Muy bien. Se nota que es una persona sencilla que se acerca a sus semejantes. Ese es el testimonio que debemos dar siempre, precisa, al comulgar con su estilo de acción.
Aparte de sus oraciones diarias, Sor Esther hace ejercicios y camina en playa La Caracola; quizás para botar las calorías de una debilidad, como lo es comer dulces. Aun cuado también es buena comensal de los “saladitos” admite que no cocina, porque no es su fuerte.  Otra característica de su personalidad es ser estrictamente organizada. Planifica su tiempo y se ajusta a una agenda apretada para que el día le rinda. “Improviso muy poco”, dice Sor Esther.
Testigo del Señor
“Para mí estas Bodas de Oro en la vida religiosa son un momento especial de agradecimiento al Señor y a muchísima gente por lo que es mi consagración en la Congregación Siervas del Santísimo Sacramento, para seguir anunciando con alegría e intensidad las cosas del reino, intentando ser una hermana con los hermanos, un Testigo del Señor. Este tiempo especial lo vivo con sencillez y profunda alegría”.
“Cuando miro atrás me admiro de cómo el Señor me ha guiado siempre, y en todos estos años he sentido como su espíritu me ha ido trazando caminos en el servicio a la Iglesia. Los caminos del Señor siempre nos llevan al encuentro con los demás, en un descubrimiento gozoso de sentirlos hermanos y hermanas. Evoco con particular emoción los momentos de mi conversión. Recuerdo la primera profesión religiosa, los votos temporales, mi camino de los Votos Perpetuos. También me desempeñé como Misionera en Retén de Los Cocos. He aprendido de gente humilde, pobre en lo material y muy ricas en espíritu”, dice Sor Esther.
Tomado de El Sol de Margarita

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