CON
EL CORAZÓN PUESTO EN EL NAZARENO
Desirée Depablos
Fotos: José Voglar
Desde que tuvo uso
de razón Elenita Salinas vistió al
Nazareno de La Asunción, ahora la responsabilidad ha quedado en manos de su
hija Lorena Marcano que con el mismo amor y fe sigue una tradición que viene de
generaciones pasadas.
Contaba la señora
Elena que desde hace más de 100 años, llegó el Nazareno de España como un
obsequio de su tío Monseñor Juan Miguel Láres, para su hermana
Isabelita, que le había un pedido un “Nazarenito”. La imagen sorprendió por su
belleza y se quedó para sustituir al Nazareno que
ahora está en la casa de la Familia
Espinoza. “Mi abuelo era el primero que arreglaba al Nazareno, después enseñó a
mi mamá y ella me enseñó a mí”, comenta Lorena.
“Con el corazón puesto en el Nazareno así me
enseño mi padre, así enseñe a mis hijos y a mis nietos, para nosotros el
Nazareno, es la vida, el es perfecto, yo he visto Nazarenos en diferentes partes
del mundo pero ninguno como este”, decía con orgullo Doña Elenita.
Cada día se hace más difícil limpiarlo, se va poniendo más oscuro
por el hollin de los carros que entra por la ventana de la iglesia. El secreto
de la limpieza del Nazareno es un secreto que la familia guarda celosamente.
Pero hay otras
cosas de las que poco se ha hablado, Elena Salinas fue educadora, trabajó en el
grupo Panamá en La Guaira y también en el grupo Bolivia en Caracas. Luego fue
secretaria de Obras públicas en la Gobernación durante 30 años, “tuve 17 jefes,
todos hombres y una sola mujer. Allí no había archivo y yo fui quien lo
organizó, ganaba 2.300 bolívares al mes
y me jubilaron con 80 mil bolívares en el 82.
Mi madre era panadera, murió a lo 92 años,
iba de aquí a Juangriego a pie
con su mara en la cabeza caminando, vendiendo pan y regresaba en la tarde. Hizo
casi 2000 viajes en esa época. Mi padre
era repostero, hacia unas tortas hasta
de 7 pisos que costaban 300 bolívares. Era un trabajo de pastillaje que
demoraba entre una semana y 15 días para que se secara una figura.
Viendo a su padre,
Elena aprendió y también comenzó a trabajar en repostería. “Hace poco se me
acercó una señora y me dijo: usted hizo hace mas de 40 años mi torta de matrimonio, usted tiene buena mano porque todavía mi
matrimonio sigue en pie”
Doña Elena fue muy
fiestera según comenta su hija Lorena, “ella y mi abuelo eran los más
fiesteros, los primeros carnavales de Margarita fueron aquí en La Asunción como
en lo años 70 y llegaron a tumbar a los de Carúpano, cerraron la calle Larez
hasta arriba y eso lo llamaban La Boca del Lobo, se hacían grandes espectáculos
y todas las calles tenían su baile. Un día llegó mi mamá toda sucia y con un
mapire, y mi abuela le pregunta ¿De donde sacaste tu eso?, bueno me lo
regalaron por ahí, dijo.
Tenía naranjas,
mangos, jugos, plata, hasta una arepa llevaba, el mapire se lo pidió a un
muchachito que le llevaba la comida a su papá
para el conuco, al otro día se apareció el niño y mi mamá le llenó el
mapire con panes de a puya y le dijo ¡toma llevale a tu papá y dile que no te
regañe que mi hija es muy sinverguenza!.
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