martes, 27 de agosto de 2013

Dulces con sello local en El Valle

Aparicia González, a sus más de 70 años, prepara postres criollos que gustan a vecinos y visitantes.
Jorely Corona

La señora Aparicia González tiene más de 60 años viviendo en El Valle, tierra de donde saca los frutos para los postres que elabora.
Foto: TANYA MILLÁN
Aparicia González tiene 71 años, y ya olvidó qué edad tenía cuando comenzó a hacer dulces para consentir a su familia y además llevar sustento a su hogar. Vive en El Valle desde muy niña, sus postres son protagonistas en la feria que se realiza desde hace ocho años allí para destacar la producción local y preservar la idiosincrasia de la zona.
Dulce de jobo, de vinagrillo, de lechosa, majarete y quesillo, son algunas de las delicias que prepara.
Tiene sus puntos de honor a la hora de elaborarlos, como por ejemplo: solo hace el majarete con harina de maíz preparada en casa, se niega a hacerlo con maíz precocido.
Explica que para hacer el dulce de jobito (o ciruela jobo, como también se le conoce), se toman de la mata cuando aún están verdes. Después de lavarlos bien, se colocan dentro de una olla, se cubren con agua y se le añade azúcar (un kilo para 2 kilos de jobitos), un toque de anís dulce, clavo especia y vainilla, luego se ponen a cocinar a fuego medio. Después de una hora en hervor, se prueba para comprobar si se necesita agregar más dulce, porque es una fruta ácida, advierte González. “Cuando está caramelocito, espesito, ya lo puedes bajar”.
Si lo que se tiene son jobos grandes, se cocinan igual, pero la diferencia es que se les quita la concha y se pican en dos o cuatro partes.
En cuanto al vinagrillo, explica que la fruta se pincha con un tenedor para que suelte el ácido, y luego se pone a remojar durante un día entero, cambiando el agua tres veces. Una vez que el vinagrillo ha botado bastante de su ácido, se cocina igual que el jobo.
Sabores
González es detallista en la presentación de sus dulces, por eso el clavo especia y el anís dulce no los vierte  directamente, sino que los sumerge dentro de una bolsita de tela que permite que salga el sabor, sin que se mezclen con los frutos endulzados.
Tomado de El Sol de Margarita

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